lunes, 30 de agosto de 2010

COLOMBIA 200 AÑOS DESPUES

Esta victoria de la modernidad política exigió la invención del ciudadano, cuya existencia permite pronunciar la frase “nosotros, el pueblo”. Desde entonces, el ciudadano es el actor fundamental, el que va a participar cada vez más en las decisiones de la formación de la nación, consolidando su sentido de pertenencia a ella.Así, la trilogía constituida por la democracia, la participación y la pertenencia nace con la Independencia y se constituye en el pilar fundamental de la nación colombiana. Una de las condiciones de este proceso es que sus habitantes compartan una historia que les permita no sólo comulgar como sociedad, sino también fortalecer los denominadores comunes para construir un presente y proyectarse hacia el futuro.


Los espejos son testigos diarios. Hoy andamos con pasos y raíces desde milenarios días de nuestros ancestros aztecas, mayas, incas, arahuacos, y africanos, asiáticos, europeos y del mundo. No olvidamos que fuimos el escenario de un crimen de lesa humanidad aún impune.

Ayer: los pueblos de la que pretendió ser la Gran Colombia hasta bien al sur: donde los araucanos, con herencia a los mapuches. Al norte los territorios del actual centro América y México desde la Lacandona hasta el Missisipi ; y cómo no, gente de Belice y el Caribe: sus islas todas del Sotavento y Barlovento con su ejemplo ya dicho de Haití y su magia de cueros y timbales graves, medios, agudos, cinturas y caderas negras. Y, de los Andes y sus alturas, del Pacífico, del Amazonas y del Orinoco.

Hoy. Mujeres, hombres: Indios, negros, blancos, mestizos, zambos, cuarterones; miteros campesinos, y los diversos y libres con su sexo. Mujeres, hombres hoy: Obreros, empleados, oficinistas, trabajadores informales y auxiliares de hogares, desempleados, choferes de bus, taxi, camiones, mulas y gandolas, flotas, chivas, yipaos en los pueblos; maestros, artistas, recogedores de cosecha, rebuscadores, comerciantes de fronteras, funcionarios por obligación con y sin uniforme, celadores de día y de noche, y colombianas: raspachines y sus familias, cuyos hijos sin ametralladoras, balas ni bombas de juguete y guerra, porque las oyen y ven entre las nubes y los aires. Sin callar el drama de miles y miles de jóvenes desempleadas, que resultan producto de exportación sin estadística, para el sexo pago en el primer mundo, y de los colombianos del transporte artesanal o industrial de la droga. Nosotros y nosotras: Bogotanos, antioqueños, chocoanos, vallunos, pastusos, costeños, boyacenses, opitas, llaneros, santandereanos, guajiros, amazónicos, orinocos, isleños; en este nuestro suelo, astillado ayer y siempre.

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