
Los espejos son testigos diarios. Hoy andamos con pasos y raíces desde milenarios días de nuestros ancestros aztecas, mayas, incas, arahuacos, y africanos, asiáticos, europeos y del mundo. No olvidamos que fuimos el escenario de un crimen de lesa humanidad aún impune.
Ayer: los pueblos de la que pretendió ser la Gran Colombia hasta bien al sur: donde los araucanos, con herencia a los mapuches. Al norte los territorios del actual centro América y México desde la Lacandona hasta el Missisipi ; y cómo no, gente de Belice y el Caribe: sus islas todas del Sotavento y Barlovento con su ejemplo ya dicho de Haití y su magia de cueros y timbales graves, medios, agudos, cinturas y caderas negras. Y, de los Andes y sus alturas, del Pacífico, del Amazonas y del Orinoco.
Hoy. Mujeres, hombres: Indios, negros, blancos, mestizos, zambos, cuarterones; miteros campesinos, y los diversos y libres con su sexo. Mujeres, hombres hoy: Obreros, empleados, oficinistas, trabajadores informales y auxiliares de hogares, desempleados, choferes de bus, taxi, camiones, mulas y gandolas, flotas, chivas, yipaos en los pueblos; maestros, artistas, recogedores de cosecha, rebuscadores, comerciantes de fronteras, funcionarios por obligación con y sin uniforme, celadores de día y de noche, y colombianas: raspachines y sus familias, cuyos hijos sin ametralladoras, balas ni bombas de juguete y guerra, porque las oyen y ven entre las nubes y los aires. Sin callar el drama de miles y miles de jóvenes desempleadas, que resultan producto de exportación sin estadística, para el sexo pago en el primer mundo, y de los colombianos del transporte artesanal o industrial de la droga. Nosotros y nosotras: Bogotanos, antioqueños, chocoanos, vallunos, pastusos, costeños, boyacenses, opitas, llaneros, santandereanos, guajiros, amazónicos, orinocos, isleños; en este nuestro suelo, astillado ayer y siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario